domingo, 5 de diciembre de 2010

Vivir a 20

Nunca me había planteado el disminuir la velocidad de pensamientos, acciones y demás tonterias. De hecho tampoco lo había intentado más lejos de alguna meditación o clase de tai-chi. La cosa funciona cuando te obligan y una vez aceptado pues te animas a ver si funciona. Pues qué sorpresa la mía al reconocer que no sólo parece que vivas en un campo de marihuana sino que incluso los olores te invaden el cerebro, los abrazos traspasan el corazón y los párpados se juntan con las pestañas sin querer.
Bueno esto de los ritmos pasa como con las personas. Algunas forman parte del concierto y otras desafinan. Lo que pasa es que no todos siguen la partitura y en ocasiones hay que volver a empezar. Es un tanto frikie la situación de lentitud pero nos vamos acostumbrando. Mi cuerpo sobretodo. A mi cerebro le quedan unos días para llevarse bien con la lentitud y el silencio. Cada uno a su tiempo. Cada cual a su rollo y mientras tanto yo: intento afinarme.
Un besito

8 comentarios:

dolors dijo...

Cada temps té el seu ritme i és molt important saber seguir-lo bé. No el perdis.

Molts petons.

Carles Casanovas dijo...

Yo, estoy como en una nube de algodon,esperando que el ruido de fondo en mis oidos, no sea audible a orejas ajenas.

Avatar Nuriki dijo...

Eres el director de orquesta y ya tienes la partitura. A seguir el ritmo sin desafinar y los músicos que se pierdan mejor que vuelvan cuando hayan ensayado o nunca.

susi dijo...

tiriririrrrrrrrr tiririiiiiii
(ukelele en alegro)

ariadna guasch dijo...

pues seguid tocando, tus órganos y tu...nuevas melodías...

Idoia Nando Quico Abril dijo...

be water my friend... Ostia! Que me sale el inglés!!!!

ale dijo...

Muy lindo tu blog. Felicitaciones y que tengas un año 2011 excelente!!!!!

Anónimo dijo...

me encanta ver que pasan cosas sin tener que preocuparme. mientras yo huelo, escucho, miro, me escucho, me miro,... aprender a vivir a 20 es genial y lo que más me gusta es saber llegar a desconectar ese arma destructiva interna que siempre intenta engañarnos: la mente.
un petó